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Guzmán

¿Quién era el Conde Don Julián?

Parece que vuelve a nuestra actualidad la imagen del Conde Don Julián, a quien la leyenda lo define como un traidor a España que, por vengar su honor mancillado por el Rey Rodrigo, permitió el paso de los ejércitos musulmanes que arrasaron España a sangre y fuego e impusieron el Islam a base de una intensa represión sobre la población hispana. E incluso se piensa en que algunos de nuestros actuales gobernantes fueran a reeditar esa figura de felón y hay quien lo hace militante de un partido político, de una forma más que irónica, grotesca.

La versión de la historia que suele llegar a los libros de texto es la de los vencedores, la que defiende sus intereses ya sean económicos, políticos, religiosos o intelectuales. La idea de una España dominada por el Islam de una forma violenta ha sido defendida por ambas partes, por los musulmanes porque cubría de gloria las acciones de su correligionarios y para los cristianos por ocultar el fracaso social y religioso que supuso la llegada de esta nueva religión.

Pero si se estudian las diversas fuentes de la historia, la identidad del Conde Don Julián permanece envuelta en el misterio: godo, romano, bizantino, berebere,.... Quizás si se analiza cuál era la situación del reino visigodo en aquellos años, podamos descubrir algunas de las causas que provocaron tan infausta consecuencia.

En febrero del año 710 muere el rey Witiza a los treinta años de edad (al parecer asesinado por el propio Don Rodrigo), sus partidarios deciden continuar la línea regia y nombran rey a su hijo Agila de apenas diez años de edad; pero el resto de la nobleza visigoda ante la posibilidad de que el infante fuera una marioneta en manos de sus tíos y por lo tanto contrario a sus intereses, reunidos en el Aula Regia (pues la monarquía visigoda era electiva) en marzo de ese mismo año optan por Rodrigo o Roderico, Duque de la Bética como rey. Con este nombramiento, el bando witiziano se levanta en armas contra esta elección, iniciándose una nueva guerra entre visigodos, bastante habitual esta forma de dirimir sus problemas.

Los partidarios de Agila II se hacen fuertes en sus zonas de influencia, las provincias Narbonense y Tarraconense, tras sufrir varias derrotas. Para cambiar la marcha de la lucha buscan nuevos aliados que puedan ayudar a cambiar la suerte de la lucha, los francos y los bizantinos, que en otras ocasiones habían colaborado con ellos se encuentran sumidos en sus respectivas confrontaciones, por lo que poco apoyo pueden suministrar a los “witizianos”.

Y es aquí donde aparece la figura del llamado Conde Don Julián, quien ostentaba el mando en la plaza de Ceuta, algunas fuentes lo emparientan con Agila, al suponérsele casado con una de sus hermanastras. Lo que sí parece comprobado por los historiadores es su pertenencia al bando de Witiza, es por ello que, ante la falta de aliados, los ojos de Agila se vuelven hacia el norte de África y solicita, a través del Conde Don Julián, los aliados necesarios para derrotar al Rey Rodrigo. Éste que ya había contenido en nuestra ciudad a las fuerzas de Musa Ben Nusayr, actúa ahora como mediador para lograr el apoyo de estas tropas y conseguir la recuperación del trono para Agila.

Así vemos como cruzan el Estrecho los mercenarios musulmanes atraídos por la promesa de un gran botín en el verano de 711, nada extraño, pues otro verano de 1.225 años después, otro general haría el mismo traslado de tropas para apoyar su sublevación contra un gobierno legalmente establecido. En la batalla de Guadalete, los familiares witizianos (entre ellos el famoso Obispo Opas) se pasaron a “su” bando, derrotando a Don Rodrigo.

Posteriormente, Musa envió a Agila II y su séquito a Damasco, donde fueron colmados de honores y se les reafirmó sus posesiones y la herencia patrimonial de Witiza a cambio de la renuncia a toda pretensión de poder político. A la vuelta cada uno de los miembros de la familia de Agila se afincó en una ciudad del antiguo reino visigodo disfrutando de sus bienes. La mayoría “unitaria” o arriana de la población facilitó la asimilación de la cultura musulmana y más que de una invasión habría que denominarla una implantación.

Leyendo la historia, se concluye que el “traidor” Conde Don Julián no lo fue tanto, que lo que suele ocurrir en estos casos, tan sólo buscó la ayuda de mercenarios que apoyaran su causa, como en todas las guerras civiles que se han desarrollado en nuestra España. Y a quien quiso beneficiar fue a la parte de la aristocracia visigoda a la que él pertenecía. Los condicionantes de la sociedad del Siglo VIII facilitaron la supuesta “invasión” musulmana y su desarrollo a lo largo de siete siglos.

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